
03 noviembre, 2016
Un combate singular del que siempre saldrás vencedor
Al finalizar la Edad Media los caballeros adquirieron la costumbre de dirimir sus ofensas y agravios por medio de un combate singular: batirse en duelo. Primero con arma blanca y, después, con armas de fuego.
En nuestros días seguimos manteniendo un combate singular contra esa parte de nuestra alma embargada por la pena cuando alguien amado muere. Y esto (también) es un duelo.
Porque cuando “alguien” o “algo” muy amado y valioso para ti muere, tú también te sientes morir. Y cuando llega la pérdida con ella también llega el dolor.
¿Qué hacer entonces para ganar ese combate?
Normalmente se asocia el duelo a la pérdida de un ser querido, pero “duelo” también hace referencia a otro tipo de pérdidas como son: una separación o divorcio, una pérdida de trabajo, de una mascota, una enfermedad grave, un cambio de ciudad o de país, …
Son situaciones que normalmente te sacuden la vida.
Cuando ocurre, el dolor llega como un terremoto totalmente devastador, te arrastra, te destruye totalmente, y te parte en mil pedazos.
En ocasiones escucho frases que parecen como si las emociones se asentaran en el cuerpo. Me refiero a esas cuando dices “no quepo en mí” cuando te inunda la alegría; “tengo un nudo en la garganta” cuando estás a punto de llorar; o “tengo el corazón roto” de dolor.
Según la neurociencia todas estas emociones y sentimientos residen en la mente. Comparten un espacio con esa parte que te permite calcular, especular, medir las razones, evaluar resultados y ponderar aquello que está bien o mal.
Pero provenga de donde provenga cuando el dolor llega se hace presente de una manera arrolladora. Es como un tsunami imparable que te arrastra ante la imposibilidad de nadar contra la corriente.
¿Hay alguna manera de no pasar por ello?… o acaso, ¿de pasarlo de manera rápida?
Está claro que toda pérdida importante genera un vacío y una desorientación. Enfrentarte a ello será diferente a como lo haga cualquier otra persona porque depende de tus capacidades y aptitudes.
Pero, además, te diré que: la manera de transitar por el duelo se elige.
Estar continuamente recordando las situaciones vividas, o incluso imaginar las que podrías estar haciendo de no haber ocurrido el cambio, no forma parte del presente, y lo único que hacen es impedir que esa herida profunda no pueda comenzar a cicatrizar.
Una herida hay que limpiarla y desinfectarla. Y eso duele. Pero con el tiempo, se cerrará, la piel se recuperará y solo quedará la cicatriz que te recordará la herida, pero sin sentir el dolor que la causó.
Abrirse al dolor es una tarea básica para poder elaborarlo.
Por eso, es imposible que un duelo no te duela Clic para tuitear
Es cierto que ante esa situación de intenso dolor lo que apetece es cerrar los ojos y tratar de no pensar, no sentir, de huir del mundo, no ver a nadie ni que nadie te vea. Pero esta manera de actuar no ayuda ni favorece, perderás el combate.
Trabajar el duelo implica actividad, movimiento, protagonismo, …poco a poco, a tu ritmo. Si lo haces, sales enriquecido y fortalecido por la experiencia, encontrando nuevas maneras de conectar con la vida.
La intensidad del dolor es directamente proporcional a la capacidad de entrega, compromiso y afecto con la que te hayas involucrado con lo perdido.
Es decir, si eliges comprometerte poco, querer poco y dar poco, en caso de que pierdas lo amado, sufrirás poco. Es así. Pero ¿no te parece muy triste comprometerte o implicarte poco para que te duela menos?
No arriesgarse en la vida ya constituye un dolor, una paralización, un adormecimiento, y una pérdida de sentido (incluso hay quien dice que vivir así ya es estar muerto en vida)
Y si no puedes escapar al dolor, al menos que sea por:
- haber sentido
- haberte comprometido contigo mismo y con la vida
- haber acompañado
- haber puesto el cuerpo y el alma en lo que hacías
- haber cuidado del otro
- haber dado lo mejor de ti mismo
Nadie está exento de un duelo. Ni del paso por cada una de sus fases. Atravesarlas, vivirlas, tolerarlas y sobrevivir al final es el camino inevitable hasta superar el dolor.
Eso es elaborar el duelo.
¿En qué te puedes apoyar para hacerlo frente y ganar el combate?
Uno de los sistemas más eficaces para ganar, como digo, ese combate, son las esencias chamánicas. Son esencias obtenidas a partir de hongos, flores y plantas. Su objetivo es el de llevarte al autodescubrimiento y al autoconocimiento para qué pueda cicatrizar la herida y dirijas tu vida desde una nueva perspectiva.
Para ayudarte en las diferentes fases del duelo están:
- San Antonio para darte fuerza y afrontar la nueva situación
- Flor de mota para evitar la nostalgia y no quedarte anclado en el pasado
- Coloradito, comprender que la culpa por no evitar la pérdida es algo que no tiene sentido
- Pajarito para soltar la rabia contra lo ocurrido
- Titliltzin para cuando no aceptas lo ocurrido y el siguiente paso es la depresión
Cualquiera de ellas sola o en combinación te harán sentir que, a pesar del dolor, tienes mucha fuerza y mucha vida dentro de ti, y te darán el impulso para que dés los pasos necesarios para salir airoso y con éxito de este singular combate.
Recuerda: El tiempo no cura, lo que cura es cómo te enfrentas a la situación.
Y tu ¿has tenido que afrontar alguna situación dolorosa? Te espero en los comentarios.
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